febrero 23, 2021
por Sin Comentarios

Hace unos días se publicó en El País una joya de memoria culta y leída, firmada por el escritor mexicano Emiliano Monge.

Hace unos días se publicó en El País una joya de memoria culta y leída, firmada por el escritor mexicano Emiliano Monge.

No me acuerdo de la Primera Guerra Mundial pero la leí hace tiempo.
No me acuerdo de ninguna mujer de principios de siglo que no sea Margarita.
No me acuerdo de qué color era el sillón en el que escuché caer el hacha de Raskólnikov. Un sonido apagado que aún corta en mis oídos.
No me acuerdo de ningún cacique mexicano que no se parezca a Pedro Páramo.
No me acuerdo de cien años a menos que estén tan apretados.
No me acuerdo de 1984 aunque recuerdo 1984.
No me acuerdo de un viaje mejor que del que lleva de la cama al escritorio.
No me acuerdo de un calor tan sofocante como el capaz de derretir un par de alas en el aire.
No me acuerdo de haber visto una serpiente que no se alimentara de elefantes.
No me acuerdo de haberme asomado al agujero hasta que encontré a mi Alicia en su caída.

Quien desee ver los restantes, puede acceder al artículo.

El objetivo de este francotirador voyeur de lectores no se pudo resistir a esta lectora perdida entre la espesura. Perdón, perdida no, acompañada de su libro.

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